lunes, 6 de septiembre de 2010

XXX. Sangre en la arena

Da igual donde estés, siempre buscas un punto de partida. Un lugar donde levantar tu cuartel general y pasar la noche. El problema viene cuando no esperas que tu hogar temporal desaparezca de la noche a la mañana. Cuando vuelves a casa después de un duro día y descubres que no hay nada.

-¿Esto es algún tipo de broma cruel, no?- dijo Joao-. Venga chicos, salid del escondite.
Basta de bromas.
La playa estaba desierta. No había rastro de los supervivientes pero las lanchas seguían en el mismo lugar. Parecían intactas.
-Estarán durmiendo dentro de las barcazas- sugirió Julia, bajándose de las espaldas de Iñaki.
-Luís, ven conmigo- Joao me hizo un gesto con la cabeza. El tipo, antorcha en mano, se encaminó hacia el transporte más cercano cuando tropezó y cayó al suelo.
-Que torpe...oye Bastian, déjame la antorcha- solicité.
-¿Pero qué dices? Es lo único que nos mantiene con vida si esos bichos…
-¡Me están mordiendo!- berreó Joao. El tipo estiró su cuerpo al máximo para agarrar la antorcha y se la acercó a los pies. Una silueta sin piernas se retorció en la arena entre gemidos al tiempo que soltaba el pie derecho del muchacho portugués.
-¡Hijo de puta!- Joao se puso en pie y de una estocada clavó la antorcha en la espalda del monstruo-. ¡Me ha mordisqueado el jodido tobillo!
-¡Aguanta!- gritó Bastian. El germano salió corriendo hacia su compañero.
-¡No vayas, idiota!- le dijo Frings, pero su hermano ya había llegado a la altura del herido.
-¿Qué son?- preguntó Julia, con asco.
-Creo que la pregunta correcta es: ¿Quiénes son?- respondí.
-No te entiendo.
-¿Míralos bien, no te suenan sus ropas? Todos llevan chalecos salvavidas.
-Es verdad- respondió Iñaki, perplejo.
-¿Se han vuelto locos?- Julia me miró sin entender nada cuando escuchamos unos gemidos no muy lejos de nosotros.
-Esto no me gusta. Vayamos con ellos- señalé a Joao y a Bastian-. A prisa, antes de que sea demasiado tarde.
-Tengo una idea- Andrés se separó del grupo.
-¿Pero qué haces?
-No tenemos luz- gritó- pero las luces de las lanchas se activan cuando tocan el agua.

Yo e Iñaki cargamos con Joao a la vez que Bastian alumbraba el camino.
-Hay que llevarlo a la lancha- me dijo Iñaki.
-Mirad- Carla señaló la entrada de la jungla. Los primeros seres comenzaban a llegar a la playa-. ¡Rápido!
-¡Andrés! ¿Dónde estás?
Un intenso haz de luz respondió a mi pregunta.
-Fantástico, volveremos al agua- ironicé.
-Espero que estos cabrones no sepan nadar- comentó Iñaki.