viernes, 9 de julio de 2010

XXV. La caja del búnker

-¿Un bunker?- repitió Andrés, atónito.
-Estoy casi seguro- respondí. Anduve hasta el único ventanal con vistas al mar. El rumor del oleaje llegaba hasta mis oídos-. Un portón reforzado, gruesas paredes, agujeros que bien podían ser impactos de bala, manchas de sangre, casquillos de bala…
-¿Casquillos? Pueden ser del arma de un cazador.
-Puede- me encogí de hombros-. ¿Pero has visto alguna vez ventanales así? No son de más de un metro de alto. Es el tamaño justo para colocar las ametralladoras con vistas al campo y que el soldado que la empuñe quede parcialmente protegido.
-Eso tiene sentido…- Andrés empujó con el pie los restos de una caja de madera podrida-. Desde aquí controlarían el mar.
-Prácticamente todo el perímetro, desde el mar hasta la jungla- respondí. Me acerqué hasta la caja que había pateado Andrés sin querer. Con el pie aparté los trozos de madera más grandes cuando descubrí una caja cubierta por una bandera blanca-. ¿Qué es esto?
-Cole, ven aquí, necesitamos luz-. Andrés se agachó para inspeccionar la bandera.
Me arrodillé junto a Andrés a la vez nos rodeaban nuestros compañeros.
-¿Qué habéis encontrado?- preguntó Bastian, impaciente.
Le mostré la bandera blanca. Estaba manchada de barro y raída. En el centro imperaba un gran círculo rojo acompañado por escrituras japonesas.
-Japón- dijo, el teutón. Asentí en señal de aprobación.
-Mira, no es una caja, es un cofre- me dijo Andrés.
Abrí el cofre y descubrimos tres fotos amarillentas y repletas de dobleces, un libro sin tapa y un arma con dos cargadores.
-¿Aun disparará?- me preguntó Andrés, que se abalanzó sobre el arma como un desesperado. Por momentos me recordó a Gollum y su inseparable tesoro.
-Este debe ser el chico- dijo Cole, mirando una de las fotografías.
Le eché un vistazo rápido. En la foto había un apuesto soldado junto a una chica posando delante de un acorazado.
-Que dibujo tan macabro- dijo Iñaki, masajeándose el cuello-. Macabro y raro.
Entendí el masaje en el cuello de mi compañero al ver el dibujo. No era una obra de arte pero estaba claro que el chaval tenía potencial. El dibujo mostraba a tipo gritando como un descosido e intentando quitarse de encima a una segunda persona que le estaba mordiendo el cuello. Por el suelo se arrastraban dos cuerpos sin piernas que aguantaban los pies de la pobre víctima. Tras ellos se desdibujaba una muchedumbre insaciable. Iñaki estaba en lo cierto, era macabro y raro, muy raro.
-¡Estúpidos!- berreó Carla, antes de quitarnos el libro, el arma y las fotos para dejarlas dentro del cofre-. ¡Dejad de husmear cosas que no son vuestras y vamos a buscar a los supervivientes de los otros botes!

El cambio brusco de luces nos cegó de nuevo al salir del bunker.
-Arghh- gruñí con amargura, llevándome las manos a los ojos.
-Pareces un vampiro- dijo Ashley en tono burlesco- ¡Cuidado que te quemas!
Me reí a la fuerza aunque en verdad me estaban entrando ganas de tirarla desde lo alto del acantilado.
-Sigamos el curso del agua, con suerte los encontramos antes de que anochezca- dijo Bastian, liderando de nuevo al grupo.
-Pero si aun no hemos comido- protesté.
-Ya sabes que no nos podemos permitir más de dos comidas al día, así que no hay comida sino cena.
-Y recuerda que aquí se hace de noche mucho más rápido que en España- añadió Iñaki.