miércoles, 9 de junio de 2010

X. Tengo un mal presentimiento

Los constantes relámpagos me interrumpían cada vez que intentaba conciliar el sueño. Los muy cabrones siempre aparecían cuando estaba a punto de caer frito en la cama. Me levanté asqueado y de mal humor. Arrastrando los pies por el camarote fui al servicio. A medio orinar el crucero se balanceó con fuerza.
-¿Qué narices?- grité. Intentando mantener el equilibro me manché el pijama-. Joder, que guarro soy-. Me quité los pantalones y los lancé a la pica.
Salí en boxers a la terraza tambaleándome por el camino. Las sacudidas de la brava mar fueron acompañadas por unos truenos que hacían vibrar hasta las pestañas. Un fuerte viento azotaba el navío que a era sacudido bajo la intensa cortina de agua. Una tormenta perfecta. Una putada perfecta.
Volkóv, el vecino del camarote de al lado, un ruso de pura cepa, iba tan borracho que no hacía nada más que descojonarse del temporal. Gritaba algo en ruso con botella de vodka en mano.
Las olas eran cada vez más grandes, las salpicaduras del agua rociaban la terraza y yo me fui para dentro del camarote para secarme antes de coger un catarro. Después de pagar tal pastonazo no me iba a joder las vacaciones. De pasada, empecé a limpiar los pantalones cortos del pijama cuando un grito gutural proveniente de la terraza me erizó los pelos de la nuca. Salí por patas en busca de Volkóv.