sábado, 26 de junio de 2010

XXI. La noche del capitán

De los supuestos dos mil pasajeros que había en el crucero, cerca de cuatrocientos desembarcaron con nosotros. Unos cien partieron en busca de los botes que habían desaparecido tras el acantilado. El resto cenábamos reunidos alrededor de pequeñas hogueras agrupados por nacionalidades. Casi parecía más un mundial de futbol que un grupo de supervivientes.
-¿Nadie tendrá unas patata fritas, no?- pregunté. Acerqué el palo con el cacho de carne pendiendo al fuego y esperé con paciencia a que aquello cogiera color.
-Sólo hay un trozo por cabeza- dijo Andrés-. Así que saboréalo bien. Con o sin patatas, va a ser nuestra única cena.
-Así es caballeros- un marcado acento inglés interrumpió mi ataque sobre el fiambre.
El hombre subió a uno de los botes con la ayuda de un compañero que aguantaba una antorcha casera.
-Escuchadme bien, damas y caballeros- el tipo subió la voz para llamar nuestra atención. No me hizo falta ver nada más para averiguar cuan estirado era aquél cretino. Su mirada, por encima del hombro, me sacaba de mis casillas, y aquella pose, tan heroica sacando pecho y metiendo barriga me dio ganas de quemarle los huevos para encogerlo de golpe. Sólo le faltaba un sombrero de copa y un bastón debajo del brazo para ser un completo Sir Inglés forrado de dinero. Para mi sólo era un completo gilipollas-. Me presento, soy Richard Wingman, el capitán del crucero Rhapsody of the seas-. En aquél momento un murmullo de desaprobación invadió las hogueras-. Sé que no va a ser fácil volver a ganar vuestra confianza pero como capitán que soy, debo tomar las riendas de la situación y mantenernos a salvo hasta que vengan a rescatarnos-. Abucheamos a aquél engreído de nariz picuda y espeso bigote punzante-. No tenemos tiempo que perder, y una parte de mi tripulación ya se ha puesto manos a la obra para crear una hoguera tan grande que se vea desde cualquier parte del mundo-. Porque teníamos mucha hambre y poca comida, sino el hombre se lleva un baño de lomo, y no precisamente fríos-. Pero antes de todo, y para poder comunicarnos entre todos, cada grupo tendrá a una persona llamada Enlace. El enlace deberá dominar varios idiomas y ser capaz de comunicarse con el resto de grupos.
-Usted hundió su querido crucero- interrumpió Andrés, poniéndose en pie-. ¿Por qué debemos fiarnos, otra vez, de usted? Por su culpa estamos en esta situación-. Tan pronto como acabó la conversación Iñaki aplaudió su compañero de cena, al igual que Zaida y Carla, que no dudaron en criticar a Wingman.
-Escúchenme, por favor- dijo el capitán-. De verdad que lo siento, pero la marea nos llevó a una zona rocosa, me resultó imposible cambiar el rumbo y.
-Y por eso nos engañó, ¿no?- berreó un tipo grande, de voluminosa barriga y calvo-. ¡A la hoguera con él!
-No estamos en la inquisición- dijo Wingman entre risas-. Mañana partiremos en busca del resto de botes y en un par de días estaremos de vuelta a casa.
-¿Cómo?- pregunté. Degusté el último trozo de carne con toda la pasividad del mundo, sin ningún tipo de prisa.
-Envié señales de auxilió desde el crucero antes de abandonarlo. Vendrán a buscarnos. Sólo debemos quedarnos aquí y marcar nuestra posición con cortinas de humo. Francamente, no podemos hacer otra cosa.

Miré el manto de estrellas. La luna menguante estaba teñida de rojo y se perdió entre las nubes. Apagué el fuego con una lluvia de arena al tiempo que oía el sermón de Wingman en otros idiomas. Él debería ser el enlace de todos los grupos y no nosotros.

Eché un vistazo al supuesto punto de encuentro delante de las palmeras, no había rastro de Volkók, de Manuel ni del resto de grupos. Suspiré resignado. Volví al bote, esta vez en tierra firme, e intenté dormir entre los ronquidos del resto de supervivientes.