martes, 15 de junio de 2010

XVI. La luz

Apenas clareaba por el horizonte cuando Manuel entró sobresaltado
-¡Tierra firme! ¡Tierra firme!- gritaba una y otra vez. El personal se despertó sin entender muy bien aquellas palabras y, entre bostezo y bostezo, se asomaron por la borda.
Desperté a Iñaki y fuimos corriendo en busca de Manuel.
-¡Mirad allí!
La lluvia había desaparecido y la mar estaba más tranquila que en plena madrugada pero aun así seguía un tanto revuelta. El cielo, rojizo, era perfecto para sacar una foto con aquellas nubes translucidas por donde se filtraban los primeros rayos del sol.
-¿Lo veis?- preguntó Manuel, zarandeándonos-. Allí, a la derecha. ¿Lo veis?
Afinamos la vista, en mitad del basto azul ondeante descubrimos un punto negro minúsculo que rompía el horizonte.
-Eso puede ser cualquier cosa- dijo Iñaki sin darle la menor importancia.
-No, eso es una isla.
Un alemán gritó repetidas veces y señaló el punto negro. Tres hombres más chocaron las manos y cantaban vítores.
-Creo que ellos también opinan que es una isla- observé.
-No me digas…-Manuel se destornilló de risa-. Hay que ir allí, a esa isla.
-¿Y si no es una isla?-pregunté.
-Pues quizá sea un barco, o yo que sé, pero peor que ahora no estaremos.
-En eso, Manuel tiene razón.
-Vayamos, pues- dije abatido-.No hay nada que perder.

Nunca había visto tantos miles de euros hundiéndose en el mar. Joder, medio año de trabajo a la mierda. ¿Y ahora qué? El super crucero estaba siendo tragado por el Océano Pacifico y yo, desgraciado de mí, sólo podía ver como casi seis mil euros de mi bolsillo iban a parar al fondo del mar en cuestión de horas.¡ Y encima en crisis!
Miré por el ultima vez la supuesta isla perdida en el horizonte antes de volver la vista a la flota de botes salvavidas, por momentos pensé que íbamos a desembarcar en Normandía en aquella fatídica mañana del 6 de junio de 1944.