sábado, 12 de junio de 2010

XIII. A pique

Las habladurías decían que el crucero había sido desplazado de la ruta por culpa del temporal y que habíamos chocado contra una formación rocosa. Eso daría sentido a la situación y a aquel extraño retortijón que escuché en mi camarote. También significaría el supuesto hundimiento del Rhapsody of the seas.

Aun estábamos en el pasillo cuando escuchamos una sirena. Cojonudo, sino teníamos suficiente miedo ahora estábamos acongojados de mala manera. La sirena volvió a sonar y entonces se emitió un mensaje en diferentes idiomas:
“Aquí el capitán Wingman, se ha activado el plan de evacuación. Repito, se ha activado el plan de evacuación. Recojan los salvavidas de sus respectivas cabinas y preséntense en el punto de reunión de la cubierta número cinco. Repito, cubierta número cinco”
Era demasiado tarde para volver al camarote y recoger el salvavidas con el número de habitación. No había narices a ir contracorriente. Nuestras cabezas sólo pensaban en correr más rápido para llegar a ese punto de reunión.
Subimos las escaleras atropelladamente. Muchos tropezaban y caían los unos sobre los otros antes de llegar al tercer peldaño. Incluso los había que te agarraban del hombro y te tiraban al suelo para pasar por delante de ti. La histeria humana no conocía límites.
Al llegar a la quinta cubierta nos dimos de bruces contra la muchedumbre, bajo la intensa lluvia, aglomerada alrededor de los botes salvavidas que seguían pendidos del crucero.
-¡Las mujeres y los niños primero!- gritaban una y otra vez la tripulación en un intento inútil por poner orden en medio del caos-. ¡Las mujeres y los niños primero!